INFLUENCIAS
I.2. Influencia de la Literatura Romántica en la vida y obra de Van Gogh.
ANTECEDENTES. La ilustración. El siglo XVIII se conoce como el siglo de la Ilustración, que, heredera en cierta manera del Renacimiento, reafirma al hombre como ser capaz de conquistar la Naturaleza , y dominarla, en un continuo progreso hacia la felicidad. Durante este período se impulsan las ciencias, se combaten los prejuicios, la superstición y el fanatismo religioso, se favorece el amor por la cultura y se crea un cierto sentido social.
El hombre domina la Naturaleza gracias a la información que recibe por los sentidos y que elabora con la razón y la experiencia. También, a causa del método de análisis utilizado, solo se interesa por el conocimiento de la realidad sensible, considerando que lo que no puede ser percibido por los sentidos carece de utilidad. La filosofía de la Ilustración tiene pues una elevada carga de subjetividad.
El siglo XVIII es considerado como el siglo del despotismo ilustrado, del
racionalismo y del clasicismo. Para los clasicistas, la belleza depende de las cualidades
del objeto (proporción, armonía, orden) mas que de la sensación que pueda producir al
espectador. Aunque los clasicistas conocen la sensibilidad, no hacen de ella el centro de
sus vidas.
El Romanticismo. La Ilustración constituye la base sobre la que se asienta el Romanticismo. Constituye este movimiento una revolución cultural, política, social e ideológica, cuyos principios de libertad, democracia e individualidad aún perduran en nuestros días.
En nombre de una libertad absoluta del hombre, se rechaza la tradición, el orden anterior y los valores culturales y sociales preexistentes, lo que hace que los clasicistas acusen a los románticos de inmorales y de ser "horrendos y monstruosos".
El romanticismo supuso un cambio en el gusto de la época y de las teorías estéticas de la creatividad. Parte de la subjetividad de la Ilustración para llegar a un subjetivismo radical. Rechaza que el conocimiento se adquiera exclusivamente por vía sensorial, sino que admite que en el interior del hombre, imagen del Universo, existen otras fuerzas, de tal forma que la esencia de lo humano rebasa lo puramente racional. El hombre posee un alma que experimenta intensamente el amor y que se consume en sus emociones y dolores.
Además de su rebeldía contra el orden existente en la sociedad, se opone a la separación entre Razón y Sentimiento, entre lo real y lo irreal.
El mal del siglo. La característica fundamental del romanticismo es su arraigo en la subjetividad, distinguiendo el Yo, sujeto que percibe, del no-Yo, objeto percibido, es decir, separa el yo individual del resto del mundo que le rodea, sea éste físico o social.
Al ser un movimiento exageradamente subjetivo, tiene carácter introspectivo, hasta tal punto que en cualquier obra literaria o artística el verdadero tema no es el que se representa en la obra, sino la vida psicológica íntima, los sentimientos del autor. Se incita al lector o espectador a confundir al autor-persona con el sujeto de la obra, de modo que se tiende a identificar el arte con la vida.
El hartazgo de razón del periodo anterior da lugar a que se exalten figuras como la de D. Quijote, su locura y su soledad. La enfermedad, y sobretodo la locura, se ponen de moda.
La filosofía romántica da supremacía al sentimiento sobre el raciocinio, con lo que el espacio psíquico, la separación entre el Yo y el no-Yo, puede ser cada vez mas profundo y abismal. El romántico se rebela contra la escisión entre el yo y la alteridad, entre el sujeto y el objeto, y desea, sin conseguirlo, la unión del Yo con el no-Yo, del Uno con el Todo. Este deseo insaciado crea un alma atormentada en busca de un ideal inalcanzable, situación en la que la inadaptación y la soledad son sus mas fieles acompañantes. Este sufrimiento profundo y crónico fue denominado "mal del siglo".
Ante esta situación, el romántico puede adoptar una actitud luchadora, denominada Yo-prometeico, por la que se lanza una y otra vez a la conquista de la fusión imposible del Uno con el Todo, o adopta una posición resignada, denominada Yo-solitario, en la que el individuo se considera víctima de una sociedad hostil, y permanece inactivo practicando un culto insano a la infelicidad y a la insatisfacción.
Egocentrismo. El romántico tiene conciencia de su individualidad y, al mismo tiempo, de su universalidad, al considerarse parte del cosmos; pero no de un cosmos mecánico como decía Descartes, sino de un cosmos vivo al que pertenece, no como una pieza mecánica, sino como individuo con capacidad creadora y transformadora que plantea una relación del Uno al Todo con aspiración de pasar de finito a infinito.
Al tratar de descubrir el cosmos a partir del conocimiento de sí mismo, se encuentra con el terrible problema de su soledad infinita por ser el cosmos como un espejo que refleja su propia imagen. Algunos tratan de salvarse de esta idea pesimista con el pensamiento de que existe algo más allá y que se puede percibir gracias a una intuición especial.
Libertad. La libertad absoluta es el requisito que necesita el hombre para descubrirse a sí mismo y al mundo exterior, sin interferencias de ninguna clase, por lo que re rechaza la sumisión a las leyes o a cualquier autoridad.
Muchos románticos heredaron de la Ilustración la crisis existencial que originó el cuestionamiento de los dogmas religiosos.
Amor y Muerte. En el romanticismo se produce una exaltación de lo pasional. El amor se sublima, pero también puede conducir al odio o a la desesperación.
Amor y muerte son dos conceptos que marchan muy unidos. El amor, como sentimiento puro, proporciona fe en la vida, pero también produce una sed de infinito que el amor terrenal no puede saciar. Por ello se considera que la muerte de amor es vida, en tanto que la vida sin amor es muerte. La muerte es la gran compañera del romántico, la única capaz de proporcionar paz al alma atormentada.
El amor constituye, junto a la libertad, otro de los elementos claves del romanticismo, pero no un amor normal y controlado, sino un amor exaltado, apasionado, furioso y ciego, de carácter posesivo y neurótico.
Ante este amor el romántico puede adoptar una actitud melancólica, de tristeza íntima, de ensueño irrealizable, o puede adoptar una actitud apasionada, del todo o nada que rompe con todas las convenciones sociales en nombre de la libertad de amar.
En la literatura romántica cabe destacar un personaje, la mujer víctima del amor o de la sociedad que lucha por su felicidad. Junto a la mujer heroína, surge también la figura del villano, el antihéroe, cruel, frío y calculador, que puede ser la autoridad inflexible y ciega, o el padre que impone el destino de su hija.
Religión. Los románticos adoptan posiciones variadas respecto a la religión. En España y en Francia coexiste un romanticismo de apariencia católica y nacional, con otro más liberal y materialista.
En general puede decirse que el romántico religioso no acepta ninguna norma exterior, sino que es su propia intuición de lo divino lo que le lleva a buscar la unión mística con Dios, pero también descubren un principio espiritual en el mundo, una fuerza que se agita en la naturaleza, lo que ocasiona que algunos románticos sean espiritualistas o más bien desequilibradamente espiritualistas. El panteísmo, muy de moda en esta época, lleva a considerar a la Naturaleza como algo sagrado. Dios está en todas partes y la Naturaleza puede ser Dios.
La propia conciencia de pertenecer al Universo demuestra una visión superior, lo que constituye el principio de una moralidad. El romántico, lleno de amor y entusiasmo siente la necesidad de una comunicación directa entre el hombre y la Naturaleza, el hombre y Dios, el Uno y el Todo, y la mezcla de todo ello produce una especie de panteísmo.
Humanismo. Los románticos se sienten comprometidos con los derechos del hombre, dando primacía a la conciencia sobre las leyes escritas. El respeto a las personas les hace comprender y admirar y defender a los marginados, a los rebeldes incapaces de integrarse en la sociedad, a los pobres o a los bandoleros.
Este mismo humanismo les hace revalorizar los objetos humildes y sencillos como una ermita abandonada o una granja familiar, o personajes modestos como obreros y campesinos.
VAN GOGH Y EL ROMANTICISMO. Si se analiza la vida de Van Gogh a la luz de los rasgos antes descritos, se encuentra un gran paralelismo entre la forma de ser del artista y el modelo indicado.
El mal del siglo. El eje fundamental de la analogía se encuentra en el denominado "mal del siglo", la eterna insatisfacción. Van Gogh es un hombre alienado de la sociedad, sociedad a la que desea integrarse pero que al mismo tiempo rehuye. Su incapacidad de convivencia con otras personas es notoria, como demuestran los enfrentamientos con sus padres, sus hermanas, Theo, Gauguin, Mauve..., al mismo tiempo que su capacidad de comunicación escrita es muy fluida, lo que le conduce a una relación epistolar frecuente, aunque distante, de las personas queridas, sucedáneo a todas luces insuficiente para llenar la necesidad de calor y de contacto humano de todo individuo.
Pero Van Gogh no es un Yo-solitario que se resigna a su soledad, sino un Yo-prometeico que lucha con todo empeño por salvar las diferencias y se esfuerza una y otra vez por construir puentes sobre el abismo existente entre él y la sociedad.
Su entrega plena y total a los mineros de Borinage no es mas que un intento fallido de integrarse en la sociedad a través de la religión. Sus intentos de formar una familia y educar unos hijos vuelven a ser fallidas tentativas de integración a través del amor. Su intensa dedicación a la pintura es el más largo y doloroso esfuerzo de integración a la sociedad a través del trabajo y del arte.
El abismo entre Van Gogh y la sociedad, agravado en sus últimos años por su enfermedad, es cada vez más profundo, pero aún así, mantiene un hilo de esperanza de integración a través de la correspondencia con sus amigos y, sobretodo, con su hermano. Cuando la relación fraterna se resiente, el Yo-prometeico, cansado de tanta lucha inútil, busca la liberación en la muerte. Y, al final, es la muerte el puente definitivo que le abre las puertas de la sociedad, una sociedad que se siente orgullosa del artista, y que le inmortaliza situándole como un ídolo en la cima del arte.
Pasión. Si el individuo romántico es esencialmente un ser dominado por los sentimientos, Van Gogh podría pasar por un romántico paradigmático, porque es pasión lo que pone en su labor de apostolado, es pasión lo que pone en su vida sentimental y es pasión lo que se desborda en su vida artística.
Amor. Van Gogh, desde su soledad, idealiza el amor. El amor que profesa por Eugéne Loyer podría ser considerado, desde el punto de vista romántico, como un amor melancólico, ya que su fracaso no lo cuenta a nadie, ni siquiera a su hermano, a pesar del dolor profundo que le causara y que le produjo una transformación radical en su vida y en su comportamiento.
En cambio, el amor por Kee podría catalogarse de amor-pasión, el amor del todo o nada, por el que no le importa saltar sobre todas las barreras sociales como su parentesco, su reciente viudedad y su rechazo.
Sien, la prostituta embarazada y con una hija, su tercer amor, sería la heroína maltratada por la vida a quien él recogería, compartiendo con ella su pobreza, y causando un escándalo social. Tampoco le importa en este caso romper con todas las convenciones sociales y enfrentarse, en su defensa, a Mauve, Tersteeg, su padre y hasta con su hermano Theo, aún con el riesgo de perder la ayuda económica que éste le aportaba y que le era tan necesaria.
La Casa Amarilla. También, desde su soledad, Van Gogh idealiza la amistad. Si el romántico hereda de la Ilustración la admiración hacia el buen salvaje, estropeado según Rousseau, por la cultura y la civilización, y desea volver e integrarse con la naturaleza, Van Gogh, asqueado de las envidias y mezquindades de los artistas de París, busca en Arlés, su "Japón", su integración con la naturaleza pura y sencilla, y en la Casa Amarilla, un lugar donde unos artistas utópicos, filántropos, generosos y nobles, intercambien sus experiencias, se ayuden unos a otros, incluso económicamente. Y para ello, él, de carácter introvertido, pero fuerte y terco, elige como líder o abad de esa comunidad a alguien tan polémico y poco generoso como Paul Gauguin.
Rebeldía. También es fácil encontrar en Van Gogh la actitud rebelde del romántico. Es conocido su antiacademicismo y su enfrentamiento a las normas del arte oficial, así como su rebeldía frente a la jerarquía eclesiástica.
El enfrentamiento con su padre puede encuadrarse dentro de una lucha generacional entre la formación tradicional de su padre, más estricta aún por tratarse de un pastor protestante dentro de una localidad católica, y el liberalismo a ultranza del artista.
Tampoco hay que olvidar que el romanticismo fue un movimiento juvenil, la primera insurrección juvenil de Europa, con rasgos comunes con la cultura hippie que surgiría muchos años después, y que afectó, entre otras cosas a la indumentaria. No es de extrañar, pues, que la manera de vestir de Van Gogh llamase la atención de la gente.
Religión. Van Gogh es un hombre religioso cuyos sentimientos evolucionan desde una práctica ortodoxa hacia una religión mas intuitiva, donde el peso de la jerarquía eclesiástica es anulado, donde las lecturas bíblicas también casi desaparecen, y dan paso a una situación donde el Hombre, la Naturaleza y el Dios único de todas las religiones forman un todo próximo al panteísmo.
Humanismo. El amor a la naturaleza es uno de los rasgos de los románticos. Van Gogh es un amante de la naturaleza, pero cuando la representa, no lo hace como Friedrich con grandes paisajes fantásticos con enormes abismos y montañas, ante los que el hombre se siente empequeñecido, sino que, en este aspecto, Van Gogh es un romántico moderado que presenta un paisaje a la medida del hombre.
En un principio realiza una pintura de carácter social, destacando en sus obras la dureza la vida de los campesinos o los tejedores, y no desdeña pintar objetos sencillos como un par de zapatos, unas sardinas arenques, unos nidos o una vieja ermita. Nunca llegó a pintar cuadros con perspectiva enfática o efectista de catedrales, o de ruinas góticas o renacentistas.
Resumen. En el artículo I.1 de la serie Influencias, se expone que Van Gogh hace referencias literarias en el 15%, aproximadamente, de sus cartas, siendo más frecuentes su citas en el periodo previo a su vocación pictórica, y descendiendo paulatinamente en sus períodos posteriores.
En este artículo se comprueba que su comportamiento romántico afecta más a su forma de ser y de relacionarse con los demás que a su obra pictórica, ahora bien no parece lógico pensar que la lectura de obras románticas sea un factor decisivo en la formación de su carácter, sino que su propio temperamento tiene de forma natural connotaciones románticas. Van Gogh no es un hombre rechazado por la sociedad, sino que es su propia personalidad rebelde, que no acepta la hipocresía de los diferentes estamentos sociales, la causa de la separación. Recuérdese que desde niño, sus propios hermanos le guardaban las distancias, y que desde niño tenía tendencia a sentirse atraído por la naturaleza, haciendo colecciones y clasificando insectos, reconociendo las aves...con el tiempo todos estos temas serían recogidos en sus cuadros, nidos, insectos, flores, primeros planos de hierbas...La lectura de obras románticas tan solo pudieron actuar en una confirmación de su modo de ser o, todo lo más, en una ligera remodelación de sus actitudes.
En cuanto a la influencia del romanticismo en su obra pueden citarse como elementos permanentes su rebeldía ante la pintura oficial y el academicismo, que le hacen ser fiel a sí mismo y a su propia manera de pintar y ver las cosas; y su amor por la naturaleza y por las personas y cosas sencillas, así como la pasión que pone en todos sus cuadros. Como elementos románticos temporales puede citarse su actitud social de defensa de las clases humildes, como campesinos y tejedores, a través de sus obras del periodo holandés.
Utrera (Sevilla) España. Enero de 2001.
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